Ada Soriano. La delicadeza de “Dondequiera que vague el día”, Carmen Díaz Margarit
José Manuel Ramón escribe en la edición cuidada de Ars Poetica de Dondequiera que vague el día que Ada Soriano nos impresiona con: sus versos luminosos, esperanzados, que se entrelazan con la oscuridad y lo simbólico, íntimo reflejo de su sensibilidad. Nacida en Orihuela, tiene ese talento que a veces deslumbra. Se trata de una poeta avezada que tiene una galería importante de admirables plaquetas Anúteba y Alimentando lluvias, así como interesantes libros de poesía como Luna Esplendente o sol que no se oculta, Como abrir una puerta que da al mar, Poemas de amor, Principio y fin de la soledad, o Cruzar el cielo. Asimismo ha publicado No dejemos de hablar, entrevistas a 19 poetas en Polibea en 2019, donde la poeta nos habla del amor a la poesía de los poetas entrevistados, así como de su propia veneración y la del editor. Soriano valora en su justa medida la poesía que hoy recorre las redes pero también respeta aquellos contemporáneos nuestros de los que sí merecen ser leídos. No leerlos sería necedad.
Ha sido para mí una grata sorpresa encontrarme con una poesía de tanto vuelo, tanta claridad y tanta llama. Poesía intimista donde trasciende la anécdota de lo particular a lo universal: Tus ojos, / una oleada de peces luna/ que ondea en la penumbra azul/ de los océanos. Desde la cita de António Ramos Rosa que encabeza el libro, la poeta de Orihuela nos sitúa en plena naturaleza. Su poesía es mística y contemplativa porque la poeta vislumbra la vida del entorno natural desde el silencio, en un estado de reflexión constante, admirada siempre por el vislumbre del mar, el cielo, los pájaros, el sol, el agua, la luz, pero también por la oscuridad: Luz que me asiste y me vence/y me deja al amparo/ de una sombra, /mi sombra. Poesía pues de claroscuros, contrastes líricos, delicadeza.
Admira la belleza de la nube, y transita todas las sendas de la rosa al cielo, de las nubes a los caballos lorquianos. Poesía del hábitat y lo inefable, donde la poeta nos conmueve con su semblanza que difunde imágenes deslumbrantes: Hilo rojo carmesí./ Las plumas,/el pájaro sagrado. El escenario de esta poesía es la naturaleza y su propia vida. En sus poemas, incluso brota de la tierra. Y su nombre fue eco en las montañas.
Ada Soriano desborda sensibilidad, misterio y profundidad en una poesía confesional de lirismo exacerbado. Desde los más bellos poemas sobre la maternidad en “Alumbramiento”, el escenario lírico es su entorno inmediato y la vida íntima y delicada de su autora. No estamos solo ante una poesía llena de referencias femeninas, sino que nos referimos a una poesía de una mujer cuya vocación es ser poeta y acierta: Cae lento el sol/ sobre los pétalos vírgenes, / encaje de puntillas, / velos de novia.
Se trata de una poesía confesional, romántica, quizá simbolista, donde el espíritu de la poeta se despliega en un ardid de alas de ángeles y querubines: la selva del cielo y su bruma. Y es por supuesto también una poesía de lo cotidiano donde el sentimiento nos sobrecoge en sus aciertos: Ya escucho el sonido/ con su rastro de humo. La poesía de Ada Soriano es también telúrica y mágica porque todo es posible en su paisaje interior: En esta cadena de montañas/ hay una cueva sagrada. En su palabra tienen cabida todos los misterios, la evidencia de la rosa, el tiempo de hogueras, la entrega, el deseo, el arrebato. También sorprende el contenido filosófico de esta palabra. El río de Heráclito aparece en “Flores en el río”: y encontrarme con un cuerpo/que fue otro y es el mismo. Dondequiera que vague el día termina con “Seis poemas delicados”. Juego de palabras para dedicar estos poemas a seres queridos o poetas amigos. Su madre se asimila con la selva del cielo y su bruma y en “Promontorios de luz”, por ejemplo, parece aludir a la casa de La Rebeldía de María Antonia Ortega. El bello libro termina y se cierra con la peculiar transformación de la poeta: producirme nuevamente/ para ser nuevamente yo/ en este presente que camina/lento/demasiado lento.
En una entrevista de Ada Soriano a Anna Rossel, esta última declaró que “Quien pretenda que la poesía se sostiene a base de intuición no conoce la buena poesía.” No desmerece para nada Ada Soriano a Emily Dickinson a quien la poeta evoca en el bello título de esta entrega plagada de las mejores imágenes de nuestra poesía: crecí bajo el esplendor/de un oleaje de naranjos.
Ha publicado las plaquetas Anúteba (Empireuma, 1987) y Alimentando lluvias (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 2000), así como los libros de poemas Luna esplendente o sol que no se oculta (Empireuma, 1993), Como abrir una puerta que da al mar (Biblioteca Pública Fernando de Loazes, 2000), Poemas de amor (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2010), Principio y fin de la soledad (Cátedra Arzobispo de Loazes, Universidad de Alicante, 2011), Cruzar el cielo (Celesta, 2016) y Dondequiera que vague el día (Ars Poetica, 2018). Asimismo ha publicado No dejemos de hablar, entrevistas a 19 poetas (Polibea, 2019)
Nos habla del amor a la poesía de los poetas entrevistados, así como la veneración de ella misma y del editor extraordinario de Polibea. Valora en su justa medida la poesía que hoy recorre las redes pero también respeta aquellos contemporáneos nuestros de los que sí merecen ser leídos. No leerlos sería necedad.