Beño: Un grande de la literatura manchega
Pascual Antonio Beño Galiana nació en Manzanares en 1932 y residió casi toda su vida en pueblos de Castilla-La Mancha: Daimiel, Puerto Lapice, Tomelloso, Belmonte, Argamasilla de Alba…, ejerciendo su profesión de maestro nacional y dirigiendo algunos Institutos de Secundaria, salvo los últimos años de su vida, que se fue a vivir a Sevilla, donde trabajó como funcionario en el Museo Arqueológico de dicha ciudad, en la que falleció en 2008, sintiéndose totalmente fracasado, según me confesó.
Escritor vocacional extremadamente prolífico, que escribió: poesía, narración, ensayo, novela, teatro… y artículos de opinión de todo tipo, pero, particularmente, crítica literaria que publicó, entre otras, en las páginas de la conocida revista manchega: Manxa y en el diario Lanza, en el que publicó miles de artículos, dado que fue fiel colaborador de dicho rotativo desde su fundación hasta su muerte.
Su obra
A pesar de estas elogiosas reseñas y de que Beño publicó casi 40 libros, entre verso, prosa, teatro e investigación, es un literato apenas conocido fuera de los límites de Ciudad Real, dado que la mayoría de sus publicaciones fueron editas por el propio autor o en ediciones no venales, incluso limitadas para amigos, que a pocos lectores llegaron, así que, agradezcamos a los dioses benignos, que la editorial: “ARS POETICA”, haya publicado en edición de lujo, en su colección: “Non Ovnis Moriar”, una bella y espléndida edición a cargo del escritor Pedro Menchén, bajo el título de: “Poemas, Obra Lírica Completa”, que el citado Menchén -fue alumno de Beño en la escuela primaria en Argamasilla de Alba y posteriormente íntimo amigo- ha hecho una labor impagable recuperando 235 poemas de los cuales 33 son inéditos; poemas, que Beño le iba enviado a su discípulo, dado que, siempre dijo, que su familia quemaría toda su obra inédita, algo que recordé en la necrológica que escribí en Lanza, poco tiempo después de su muerte, en la que redacté, que dejaba más de 20 libros inéditos, según me dijo el propio Pascual Antonio la última vez que hablé con él por teléfono, cuando ya estaba muy cerca su final, hasta el extremo de que ya se despidió de mí, recordándome, que teñía unas 80 misivas de Gregorio Prieto – fueron amigos muy íntimos-, que quería publicar.