La poesía de José Manuel Ramón remite a lo ancestral como una forma de escape

Las palabras son su etimología y "chamán" o "shaman", proveniente de las lengues tunguses, remite a ese intermediario entre los vivos y los muertos. El poemario de José Manuel Ramón, publicado por Ars Poetica, no se libra de ese malditismo en el que la literatura se convierte en una clase de mantra, de plegaria íntima a la vez que colectiva, en la que los ausentes parecen converger en la realidad inmediata.
" estadía inicial
del amor entregado al claroscuro
mirada o inequívoco rictus
sobre la roca" (pág. 23).
Su simbolismo,no exento de una tradición de autores clásicos y de referentes europeos como Trakl o Bonnefoy, indaga en esa obsesiva reinterpretación que tantos poetas exigen al paisaje. Bendita obsesión. Una habilidad escrutadora se percibe continuamente en cada poema donde inexorablemente el autor requiere participar de la vastedad y la devastación de un mundo que no alcanza a comprender.
"lo antes oculto
emerge calmoso y fértil
paciente diagénesis del amor
proceso natural del ser que busca
transformaciones fuera
dentro
de sí" (pág. 39)
Como si en esa inútil búsqueda del sentido, el signo, la palabra, el segmento lingüístico, un eco, las sílabas, por ejemplo, pudiesen rozar la raíz del misterio o los misterios que fecundan la vida y la cercenan. Pero el chamán es tan solo un intermediario. La cordura es lo que le permite sostenerse en el tiempo, matizar, reescribir, corregir, conjeturar acerca de lo que espacio y tiempo consolidan ante nuestros ojos como una materia apenas asumible, en continua transformación, relevante en su podredumbre, espléndida en su floración y en su eclosión de vida.