LOS DÍAS REITERADOS
Martín Parra vuelve a demostrarnos que es un escritor del riesgo. Su nuevo trabajo, siempre lindante con el surrealismo, no es la obra de un escritor adepto de escritura automática y vacía, sino la de un imaginero del idioma, que cincela las páginas para recrear constantemente la lengua y hacer estallar connotaciones. La libertad que provoca en la relación entre los significantes y los significados permite ofrecer al lector un mundo original, personalísimo en su expresión:
Hay que restar, roer detrás de las imágenes; basculen así con riesgo de marco roto.
En “Los días reiterados” hay a veces un desdoblamiento del yo, y en ese diálogo contra un probable alter ego (tal vez el Martín/Nitram al que al autor nos acostumbró en “Camille, viñeta amorosa” (Queimada Ediciones)) hay todo un trabajo en el que el objetivo de la escritura es luchar contra el absurdo que acompaña el paso de los días y rechazar la indiferencia, como remedio para poner de relieve tanto los sentimientos más profundos como los pequeños detalles que pueden resultar salvadores:
Las ambiciones que caben en una postal no son tan pocas, pequeñas; conforme abren camino, se desalojan de la miniatura y verlas coger cuerpo revista morbidez del propio.