Luchar con el Otro que es uno mismo
La escritura de Argullol en este poemario es punzante pero sutil, con un verso que seduce por la multiplicidad de caminos que abre en cada estrofa. El poema está dividido en siete grandes escenarios, que, al mismo tiempo, representan siete grandes instantes del transcurrir: Amanecer en Golden Canyon, Mañana en Devils Cornfield, Mediodía en Zabriskie Point, Tarde en Desolation Canyon, Anochecer en Dante’s View, Medianoche en Hell’s Gate y Noche total en Death Valey. Tiene lógica. Todo lo que amanece oscurece, aquello que nace muere. Es obvio. Lo que no lo es tanto es que ya el amanecer está teñido de nocturnidad y que la noche está perturbada intrínsecamente por la claridad que intenta sepultar. No existe lo diáfano, lo claro, lo aséptico. Esa presunta claridad se fundamenta, en último término, en una mirada distanciada, se gesta en una caricia que no sabe captar los matices de lo real. Pero, en el momento en que desechamos esa brusquedad en el trato con la realidad, advertimos que las entidades se penetran mutuamente, que los momentos se yuxtaponen ineludiblemente, que los fenómenos, en definitiva, están construidos desde la heterogeneidad irreductible.
Originariamente escrita en 1980, y publicada por vez primera en 1986, en Duelo en el valle de la muerte se ven algunos de los temas y escenarios en los que Argullol ha desarrollado su obra (la Belleza, la muerte, el viaje, el mar, el duelo…). Es interesante, por otro lado, ver las influencias de cierta poesía romántica (Hölderlin, Keats y Leopardi, especialmente) en el poemario.