Reseña del último libro de Ada Soriano: Línea continua
En Línea continua, la reciente entrega de Ada Soriano publicada por Ars Poética, el despojamiento retórico es una consecuencia directa de una vida interior sometida a una tensión emocional que solo el lenguaje del poema puede restaurar, una tensión que se remonta al origen, al útero: «Estoy flotando; / mis raíces quedan sujetas», escribe. A partir de esta afirmación, el desarrollo narrativo, a pesar de la brevedad y la concisión de los poemas, se interna en un viaje íntimo que discurre desde la infancia, en la que observa los movimientos de sus progenitores ―«Escucho los pasos de mi padre, / escucho los pasos de mi madre, / el silencio interrumpido por consejos, / mi no personal / y mi extrañeza»― como una forma de comprensión no solo de las emociones humanas sino de la construcción de su propia identidad, reclamando tal vez por contraste la inmovilidad: «Me vigilo suspendida / en el aire, / aspirando el poema, / bebiendo su verbo». No es este el único paralelismo que aparece en el libro. En este recorrido fragmentado por su experiencia vital, huyendo de lo confesional, por descontado, pero recorrido vital, al fin y al cabo, no escasean los opuestos: luz y oscuridad, horinzontalidad y verticalidad, realidad y sueño, fulgor y desconcierto, esperanza y desolación. Nada, por otra parte, extraño, pero lo original de este libro es cómo se abre al exterior un mundo interior en ebullición y cómo la depuración del lenguaje aspira y consigue una auténtica conexión con el lector, el otro protagonista.