Vigencia, enfoque y perspectiva de la obra poética de José María Álvarez. Un réquiem por la belleza.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ. PUERTAS DE ORO
(Ars Poetica, Oviedo, 2020)
por JUAN LOZANO FELICES
VIGENCIA, ENFOQUE Y PERSPECTIVA DE LA OBRA POÉTICA DE JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ.
UN RÉQUIEM POR LA BELLEZA.
Lo he contado alguna vez. Estaría dispuesto a jurar que, joven e impresionable como era entonces, cuando cayó en mis manos aquel añejo ejemplar de Museo de cera de la Editora Regional de Murcia, algunos de sus poemas me produjeron palpitaciones, vértigos y otros síntomas cercanos al síndrome de Stendhal, tal como si acabase de salir de la Santa Croce. Al explorar por primera vez la extensísima producción literaria de José María Álvarez, se puede constatar que la experiencia artística, como numen de su obra, no deja de estar presente en uno solo de sus libros. El arte y la experiencia individual, sensorial y transformadora de su contemplación es un aspecto troncal de su obra, que se ramifica hacia la historia, la anécdota personal, el deseo, el sexo, la literatura, la belleza, la impronta de ciertas ciudades... En cualquier caso, el acercamiento meramente intelectual a su obra resulta insuficiente y hasta desatinado, ya que, a su propio decir, «el arte es emoción y encanto». Poesía celebratoria de la belleza, de la inteligencia y del arte, como suerte de ingénita trinidad que se funde con la propia vida. Una vida que Álvarez decidió vivir «gozosamente y con elegancia»; lo que, por otra parte, implica una independencia absoluta, ajena a modas y banderías. Por ello, tampoco andan desatinados aquellos que mantienen que la propia vida de José María Álvarez es su mejor obra. A la vez que su obra se nutre y sustenta en el arte, Álvarez ha hecho de vivir un arte. Mientras que, por lo general, un poeta sólo tiene tal condición cuando está escribiendo, estoy convencido de que Álvarez es también poeta cuando arregla su jardín de Villa Gracia, cuando escucha Le nozze di Figaro, cuando se sienta en un café del boulevard Saint Germain o al pasear por Venezia, cuando ya ha partido el último vaporetto.
Si uno se dedica a indagar sobre nuestro autor al albur de Google, a buen seguro le llegará, en curiosa y confusa miscelánea, todo un tropel de epítetos, algunos contrapuestos, adjudicados a él o a su obra: culturalista, elitista, pagano, esteta, reaccionario, anarquista, liberal, dandy, radical, hedonista, procaz, aristocratizante, vitalista, aventurero del placer, alquímico, venecianista, erotómano, decadente... Si se quiere saber sobre él, lo mejor es ir directamente a los poemas, ellos hablan por sí mismos, y a los libros de conversaciones con Alfredo Rodríguez, que son una delicia y aportan claves decisivas sobre su obra y nos alumbran. Yo veo, leo ahora a Álvarez, como si fuera un renovado y crepuscular príncipe de Salina, como espectador de un mundo que desaparece bajo la losa del acomodo, la baratería, el fraude político y la mediocridad en todos los ámbitos. Nadie mejor que él mismo lo ha explicado en palabras de Flaubert: Estamos entrando en un mundo horrible donde las personas como nosotros ya no tienen su razón de ser. (1)
La poesía de Álvarez no ha dejado de tener vigencia en todo este tiempo, ni siquiera cuando la poesía ochentera de la experiencia vino a hacer tabula rasa sobre la diversidad poética imperante hasta ese momento y pese al ninguneo a que el poeta se ha visto sometido por las instituciones de cualquier signo político. Supongo que es el precio que pagar en la lucha por mantener uno su independencia artística y personal y el llamar a las cosas por su nombre. La poesía de José María Álvarez, pese a sus detractores, está más presente y cobra más actualidad que nunca. Cada nuevo libro suyo es para sus seguidores, un carnero sacrificado que nos convierte en aurúspices.
Antes de ocuparnos de la novedad que supone la antología de reciente aparición Puertas de oro bajo edición del poeta navarro Alfredo Rodríguez, repasemos someramente la trayectoria poética alvareziana, que servirá también para contextualizar el panorama poético en que se mueve nuestro autor. Aunque ya hay muestras de su poesía a mediados de los años sesenta con Libro de las nuevas herramientas (El bardo, 1964), no será hasta su inclusión en la antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles (Barral, 1970) cuando Álvarez adquiera un amplificado eco crítico. La aparición de la mediática y controvertida antología de Castellet y de otras coetáneas marcará un punto de inflexión en la poesía española y nos sirve para datar un relevo generacional con poetas como el propio Álvarez, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles, Jenaro Talens... Un año después saldría a la luz 87 poemas, selección de la obra poética inédita hasta ese momento: los libros Museo de cera (Manual de exploradores 1960-1969) y Lectura de la consumación (Oh, hazme una máscara 1969-1971). Se considera este 87 poemas como proto-edición de Museo de cera; a la que, en una suerte de suma y sigue, seguirán otras ediciones ya bajo ese título genérico e integrador (La Gaya Ciencia, 1974; Ediciones Peralta-Libros Hiperion, 1978; Editora Regional de Murcia, 1984 y 1990; Visor, 1984; Renacimiento, 2002 y 2016). Por si fuera necesario, aclaro que Museo de cera, recoge, desde la hora fundacional de su poesía y a modo de work in progress, toda su obra posterior, trasvasándola desde sus libros individuales y con un orden que no es cronológico sino temático y sentimental, hasta 1999: La edad de oro (Editora Regional de Murcia, 1980), Nocturnos (1983), El escudo de Aquiles (1987), Tosigo Ardento (1985), Signifying nothing (1999), El botín del mundo (1994), La serpiente de bronce (1996) y La lágrima de Ahab (1999). Ya entrado el siglo XXI, consolidada su relación editorial con la sevillana Renacimiento, nos legará una serie de poemarios fuera del ámbito de Museo de cera. Estos poemarios son Sobre la delicadeza de gusto y pasión (2006), Bebiendo al claro de Luna sobre las ruinas (2008), Los obscuros leopardos de la Luna (2010), Como la luz de la Luna en un Martini (2013), Seek to know no more (2015) y Una desamparada hermosura (2018), por ahora su última entrega poética, además de la mencionada nueva edición, hasta ahora definitiva, de Museo de cera (2016). El poeta ha declarado en alguna entrevista su intención de que, al final, toda su obra poética pase a formar parte de este libro, a modo de Summa Artis. Aclaro de nuevo que hablamos sólo de su trayectoria poética, dejando a un lado por esta vez, su obra narrativa, ensayística, diarística y memorialística y su contribución como traductor, en nada desdeñable. A modo de ejemplo en esta parcela, lejanas ya en el tiempo referenciales traducciones de la poesía de Kavafis, de los Sonetos de Shakespeare o de la poesía y parte de la narrativa de Stevenson, Renacimiento ha lanzado recientemente su traducción de King Lear.
En los últimos años, José María Álvarez ha sido objeto de un especial y renovado interés por parte de los lectores. En muy poco tiempo, han visto la luz tres antologías monográficas, dos a cargo de Noelia Illán, El oro de los tigres (Balduque, 2015) dedicada a las ciudades que ama el poeta, y La mirada de la esfinge (Olé, 2019) que centra el foco en el amor sensual. En una vuelta de tuerca, Alfredo Rodríguez nos ofrecerá una antología dedicada a los poemas venezianos bajo el título El vaho de Dios (Renacimiento, 2017). Así mismo, en 2019, de nuevo la cartagenera editorial Balduque, y prologado por Alfredo Rodríguez, nos ofrecerá un grueso tomo de más de un millar de páginas donde se agrupan los diarios del poeta, desde 1992 a 2015. Por último, la siempre exquisita editorial Nausícaä editó también el pasado año el ensayo La insoportable levedad de la libertad, en el que se contiene su testamento ideológico.
Si uno se dedica a indagar sobre nuestro autor al albur de Google, a buen seguro le llegará, en curiosa y confusa miscelánea, todo un tropel de epítetos, algunos contrapuestos, adjudicados a él o a su obra: culturalista, elitista, pagano, esteta, reaccionario, anarquista, liberal, dandy, radical, hedonista, procaz, aristocratizante, vitalista, aventurero del placer, alquímico, venecianista, erotómano, decadente... Si se quiere saber sobre él, lo mejor es ir directamente a los poemas, ellos hablan por sí mismos, y a los libros de conversaciones con Alfredo Rodríguez, que son una delicia y aportan claves decisivas sobre su obra y nos alumbran. Yo veo, leo ahora a Álvarez, como si fuera un renovado y crepuscular príncipe de Salina, como espectador de un mundo que desaparece bajo la losa del acomodo, la baratería, el fraude político y la mediocridad en todos los ámbitos. Nadie mejor que él mismo lo ha explicado en palabras de Flaubert: Estamos entrando en un mundo horrible donde las personas como nosotros ya no tienen su razón de ser. (1)
La poesía de Álvarez no ha dejado de tener vigencia en todo este tiempo, ni siquiera cuando la poesía ochentera de la experiencia vino a hacer tabula rasa sobre la diversidad poética imperante hasta ese momento y pese al ninguneo a que el poeta se ha visto sometido por las instituciones de cualquier signo político. Supongo que es el precio que pagar en la lucha por mantener uno su independencia artística y personal y el llamar a las cosas por su nombre. La poesía de José María Álvarez, pese a sus detractores, está más presente y cobra más actualidad que nunca. Cada nuevo libro suyo es para sus seguidores, un carnero sacrificado que nos convierte en aurúspices.
Antes de ocuparnos de la novedad que supone la antología de reciente aparición Puertas de oro bajo edición del poeta navarro Alfredo Rodríguez, repasemos someramente la trayectoria poética alvareziana, que servirá también para contextualizar el panorama poético en que se mueve nuestro autor. Aunque ya hay muestras de su poesía a mediados de los años sesenta con Libro de las nuevas herramientas (El bardo, 1964), no será hasta su inclusión en la antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles (Barral, 1970) cuando Álvarez adquiera un amplificado eco crítico. La aparición de la mediática y controvertida antología de Castellet y de otras coetáneas marcará un punto de inflexión en la poesía española y nos sirve para datar un relevo generacional con poetas como el propio Álvarez, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Jaime Siles, Jenaro Talens... Un año después saldría a la luz 87 poemas, selección de la obra poética inédita hasta ese momento: los libros Museo de cera (Manual de exploradores 1960-1969) y Lectura de la consumación (Oh, hazme una máscara 1969-1971). Se considera este 87 poemas como proto-edición de Museo de cera; a la que, en una suerte de suma y sigue, seguirán otras ediciones ya bajo ese título genérico e integrador (La Gaya Ciencia, 1974; Ediciones Peralta-Libros Hiperion, 1978; Editora Regional de Murcia, 1984 y 1990; Visor, 1984; Renacimiento, 2002 y 2016). Por si fuera necesario, aclaro que Museo de cera, recoge, desde la hora fundacional de su poesía y a modo de work in progress, toda su obra posterior, trasvasándola desde sus libros individuales y con un orden que no es cronológico sino temático y sentimental, hasta 1999: La edad de oro (Editora Regional de Murcia, 1980), Nocturnos (1983), El escudo de Aquiles (1987), Tosigo Ardento (1985), Signifying nothing (1999), El botín del mundo (1994), La serpiente de bronce (1996) y La lágrima de Ahab (1999). Ya entrado el siglo XXI, consolidada su relación editorial con la sevillana Renacimiento, nos legará una serie de poemarios fuera del ámbito de Museo de cera. Estos poemarios son Sobre la delicadeza de gusto y pasión (2006), Bebiendo al claro de Luna sobre las ruinas (2008), Los obscuros leopardos de la Luna (2010), Como la luz de la Luna en un Martini (2013), Seek to know no more (2015) y Una desamparada hermosura (2018), por ahora su última entrega poética, además de la mencionada nueva edición, hasta ahora definitiva, de Museo de cera (2016). El poeta ha declarado en alguna entrevista su intención de que, al final, toda su obra poética pase a formar parte de este libro, a modo de Summa Artis. Aclaro de nuevo que hablamos sólo de su trayectoria poética, dejando a un lado por esta vez, su obra narrativa, ensayística, diarística y memorialística y su contribución como traductor, en nada desdeñable. A modo de ejemplo en esta parcela, lejanas ya en el tiempo referenciales traducciones de la poesía de Kavafis, de los Sonetos de Shakespeare o de la poesía y parte de la narrativa de Stevenson, Renacimiento ha lanzado recientemente su traducción de King Lear.
En los últimos años, José María Álvarez ha sido objeto de un especial y renovado interés por parte de los lectores. En muy poco tiempo, han visto la luz tres antologías monográficas, dos a cargo de Noelia Illán, El oro de los tigres (Balduque, 2015) dedicada a las ciudades que ama el poeta, y La mirada de la esfinge (Olé, 2019) que centra el foco en el amor sensual. En una vuelta de tuerca, Alfredo Rodríguez nos ofrecerá una antología dedicada a los poemas venezianos bajo el título El vaho de Dios (Renacimiento, 2017). Así mismo, en 2019, de nuevo la cartagenera editorial Balduque, y prologado por Alfredo Rodríguez, nos ofrecerá un grueso tomo de más de un millar de páginas donde se agrupan los diarios del poeta, desde 1992 a 2015. Por último, la siempre exquisita editorial Nausícaä editó también el pasado año el ensayo La insoportable levedad de la libertad, en el que se contiene su testamento ideológico.
Por si esto fuera poco, acaba de salir esta amplísima antología poética, bellamente editada por la ovetense Ars Poetica en su colección Beatus ille. Ars Poetica, bajo la exquisita dirección de Ilia Galán, se ha convertido por derecho propio en una de las propuestas editoriales más sugestivas del panorama literario en España. La colección Beatus Ille, donde se incardina la antología de Álvarez, cuenta ya con espléndidas ediciones de clásicos de nuestro tiempo, tanto en obras recuperadas como en obras inéditas, de autores castellanos o extranjeros vertidos a nuestro idioma en traducciones de toda solvencia.
La antología recogida en Puertas de oro, como ya hemos comentado, está a cargo del poeta navarro Alfredo Rodríguez, gran especialista en la obra de Álvarez y que ha llevado a cabo también, hasta ahora, tres volúmenes de conversaciones, editados en Renacimiento; a saber: Exiliado en el arte. Conversaciones en París (2013), La pasión de la libertad. Nuevas conversaciones en París (2015) y Nebelglanz. Últimas conversaciones en París (2019). Y digo bien hasta ahora, porque, en una reciente entrevista, Alfredo Rodríguez anuncia un cuarto volumen de conversaciones llevadas a cabo en Venezia bajo el título Antesalas del olvido. Puertas de oro, que cuenta con más de 350 páginas, encabezada por un amplio estudio preliminar a cargo del propio antólogo bajo el título El sueño de la cultura. Este texto, dividido en cuatro partes (Vida de un poeta verdadero; Entradas para el Museo de cera; En las alas y galerías del museo; Después de cerrar el museo) se articula como una completa introducción sobre la vida de Álvarez, las fuentes y naturaleza de su obra y un recorrido por ésta. El texto se complementa con una bibliografía esencial utilizada para confeccionar el prólogo y en la que me honro en aparecer con dos textos publicados en su día en la extinta revista digital La galla ciencia. Poco ni mejor se puede decir tras estas sugestivas páginas de Alfredo Rodríguez, preñadas de interesantes y lúcidas reflexiones sobre la obra del maestro.
Una antología total como la que realiza Alfredo Rodríguez es, quizás, sin restarle interés a las mencionadas antologías temáticas, la mejor forma de acercarnos a una obra pensada y concebida como una totalidad. Salvo error por mi parte, creo que no existe una antología alvareziana de estas características. Constituye, sin duda, una inmejorable y extraordinaria puerta de entrada a la obra de José María Álvarez, como suerte de versión reducida de Museo de cera y de su obra poética posterior hasta hoy.
El título de la antología, Puertas de oro, se corresponde con el título de un poema de Álvarez sobre la caída de Constantinopla. El asedio final a la ciudad por los turcos terminó con el último vestigio del Imperio Romano de Oriente y con el fin del mundo tal como era conocido. Por aquellas puertas también se abrieron las puertas a la expansión del imperio otomano, frenado a las mismas puertas de Viena. El título escogido por Alfredo Rodríguez para su antología cobra, a la vista de la situación en Europa, valor exegético, pues también ahora, Occidente afronta su propio derrumbe.
Volviendo al principio de este texto, en aquel tiempo en que me acompañó aquel ejemplar de Museo de cera como libro de cabecera, pensé que me encontraba ante una poética hímnica, celebratoria de la belleza, y así debía ser. Sin embargo, con los años ha variado mi perspectiva sobre la obra de Álvarez y la encuentro elegíaca. Ya no sé si hemos llegado al término del día, si aquello que contemplamos en la juventud como un amanecer ha llegado al crepúsculo o si, en realidad, fue un hermoso ocaso que confundimos con un amanecer. Si toda la obra de Álvarez no será un gran réquiem por la belleza y el goce que nos ha dado el Arte a lo largo de los siglos, un réquiem por el derrumbe de occidente. Si la belleza será capaz esta vez de salvarnos o si nos hundiremos con ella y sus ruinas. Si la Civilización podrá existir sin la conexión que la une a una tradición que nos ha legado la catedral de Notre Dame y la Capilla Sixtina, a Homero, a Praxíteles, al autor anónimo del Cantar de Mio Cid, a Shakespeare, a Bach, a Mozart, a Miguel de Cervantes y a Tiziano.
Esta recapitulación de la obra poética de José María Álvarez, previa a la aparición de su último poemario a punto de ver la luz, Música para el funeral de la libertad y el anunciado libro de conversaci
La antología recogida en Puertas de oro, como ya hemos comentado, está a cargo del poeta navarro Alfredo Rodríguez, gran especialista en la obra de Álvarez y que ha llevado a cabo también, hasta ahora, tres volúmenes de conversaciones, editados en Renacimiento; a saber: Exiliado en el arte. Conversaciones en París (2013), La pasión de la libertad. Nuevas conversaciones en París (2015) y Nebelglanz. Últimas conversaciones en París (2019). Y digo bien hasta ahora, porque, en una reciente entrevista, Alfredo Rodríguez anuncia un cuarto volumen de conversaciones llevadas a cabo en Venezia bajo el título Antesalas del olvido. Puertas de oro, que cuenta con más de 350 páginas, encabezada por un amplio estudio preliminar a cargo del propio antólogo bajo el título El sueño de la cultura. Este texto, dividido en cuatro partes (Vida de un poeta verdadero; Entradas para el Museo de cera; En las alas y galerías del museo; Después de cerrar el museo) se articula como una completa introducción sobre la vida de Álvarez, las fuentes y naturaleza de su obra y un recorrido por ésta. El texto se complementa con una bibliografía esencial utilizada para confeccionar el prólogo y en la que me honro en aparecer con dos textos publicados en su día en la extinta revista digital La galla ciencia. Poco ni mejor se puede decir tras estas sugestivas páginas de Alfredo Rodríguez, preñadas de interesantes y lúcidas reflexiones sobre la obra del maestro.
Una antología total como la que realiza Alfredo Rodríguez es, quizás, sin restarle interés a las mencionadas antologías temáticas, la mejor forma de acercarnos a una obra pensada y concebida como una totalidad. Salvo error por mi parte, creo que no existe una antología alvareziana de estas características. Constituye, sin duda, una inmejorable y extraordinaria puerta de entrada a la obra de José María Álvarez, como suerte de versión reducida de Museo de cera y de su obra poética posterior hasta hoy.
El título de la antología, Puertas de oro, se corresponde con el título de un poema de Álvarez sobre la caída de Constantinopla. El asedio final a la ciudad por los turcos terminó con el último vestigio del Imperio Romano de Oriente y con el fin del mundo tal como era conocido. Por aquellas puertas también se abrieron las puertas a la expansión del imperio otomano, frenado a las mismas puertas de Viena. El título escogido por Alfredo Rodríguez para su antología cobra, a la vista de la situación en Europa, valor exegético, pues también ahora, Occidente afronta su propio derrumbe.
Volviendo al principio de este texto, en aquel tiempo en que me acompañó aquel ejemplar de Museo de cera como libro de cabecera, pensé que me encontraba ante una poética hímnica, celebratoria de la belleza, y así debía ser. Sin embargo, con los años ha variado mi perspectiva sobre la obra de Álvarez y la encuentro elegíaca. Ya no sé si hemos llegado al término del día, si aquello que contemplamos en la juventud como un amanecer ha llegado al crepúsculo o si, en realidad, fue un hermoso ocaso que confundimos con un amanecer. Si toda la obra de Álvarez no será un gran réquiem por la belleza y el goce que nos ha dado el Arte a lo largo de los siglos, un réquiem por el derrumbe de occidente. Si la belleza será capaz esta vez de salvarnos o si nos hundiremos con ella y sus ruinas. Si la Civilización podrá existir sin la conexión que la une a una tradición que nos ha legado la catedral de Notre Dame y la Capilla Sixtina, a Homero, a Praxíteles, al autor anónimo del Cantar de Mio Cid, a Shakespeare, a Bach, a Mozart, a Miguel de Cervantes y a Tiziano.
Esta recapitulación de la obra poética de José María Álvarez, previa a la aparición de su último poemario a punto de ver la luz, Música para el funeral de la libertad y el anunciado libro de conversaci
ones en Venezia, me hacen pensar en una trilogía testamentaria. Como si el crepúsculo veneciano, incendiando sus cúpulas, fuese a ser el escenario de una despedida anunciada. Después de todo, los bárbaros ya están legislando.